Quien fuera líder de Extremoduro ofreció en Salamanca un concierto impecable y solemne. Roberto Iniesta (Plasencia, 1962), está más en forma que hace treinta años. Es complicado ejecutar un concierto de tres horas sin una a preparación física y mental. Como no podía ser de otra manera, Sold out desde poco tiempo después de ponerse las entradas a la venta. A las 21:45 se apagaron las luces y el Enjoy Multiusos, rugió. Un foco solitario iluminó a Robe, que entonó los primeros versos de “Destrozares”, la canción que cerraba su segundo disco en solitario. Sus dos últimos trabajos, “Mayéutica” y “Se nos lleva el aire”, centraron el concierto.

Sus músicos, (Los Robes, como él los llama), Álvaro Rodríguez Barroso (teclados), Carlitos Pérez (violín), Alber Fuentes (batería), Woody Amores (guitarra), David Lerma (multiinstrumentista) y Lorenzo González (segunda voz y guitarra), impecables todo el concierto.

Como siempre sucede en sus actuaciones, Robe dividió el concierto en dos partes. El último disco fue la columna vertebral de ambas (tocaron nueve de sus diez canciones). A la vuelta del descanso, la batería marcó un ritmo atronador para comenzar con fuerza la segunda parte. Y para terminar, guiño a Extremoduro con las ya legendarias  “Jesucristo García” o “Ama, ama, ama” con las que llevaron el pabellón al estado de éxtasis y se despidieron entre aplausos. Bien merecidos los tenían. La conexión entre Robe y su público fue palpable, creando una atmósfera mágica que resonó en cada rincón del recinto. Los fans, entregados y emocionados, corearon cada letra, convirtiendo la noche en un recuerdo imborrable. La música de Robe no solo se escucha, se siente, y en Salamanca anoche, se vivió intensamente